lunes, 16 de diciembre de 2024

Gustavo Dessal "Dios Salve a América"

"Dios salve a América”

Gustavo Dessal

En los últimos días, Luigi Mangione ha ocupado un increíble foco de atención. Detenido por el asesinato de Brian Thompson, CEO de UnitedHealCare (una de las compañías de seguros de salud más grandes de los Estados Unidos), el joven no solo ha cometido un crimen, sino que con su acto ha sacudido a la opinión pública de toda la nación.
Lo sucedido puede abordarse al menos desde tres perspectivas que finalmente encuentran su articulación. Por una parte, la consideración del Sr. Mangione como un caso clínico que responde con claridad a los postulados psicoanalíticos sobre la psicosis. Por otra, el debate moral que agita las aguas de los ciudadanos, los medios y, por supuesto, las redes sociales. Una profunda brecha entre quienes reprueban la acción y aquellos que la celebran en nombre de un enorme sector ciudadano. Estos últimos sufren los efectos de un sistema político infame, un discurso libertario que deja nada menos que la salud de las personas en manos de la avaricia mercantil practicada por los seguros. Y, “last, but not least”, los asombrosos recursos del capitalismo para monetarizar absolutamente todo, degradando, banalizando, ridiculizando, lo que debería ser objeto de un análisis que llevase a un cambio.
1)El caso.
El pasado 4 de diciembre, Luigi Mangione (26), perteneciente a una acaudalada familia de Baltimore, blandió  una pistola con silenciador fabricados con impresora 3D y descerrajó tres tiros a Brian Thomson cuando este entraba a una convención de su aseguradora en el Hilton Hotel  de la West 54th Street, pleno corazón de Manhattan. Tras su acción, que cometió llevando una mascarilla quirúrgica, huyó en bicicleta, entró en Central Park, tomó un taxi, y despareció. El suceso conmocionó a los habitantes del distrito, uno de los lugares más seguros y vigilados del planeta, donde los asaltos mortales se han erradicado hace décadas. El 9 de diciembre, como resultado de una búsqueda policial frenética, el Sr. Mangione fue detenido en un MacDonald´s de una localidad de Pennsylvania, a 450 kilómetros del lugar del crimen. Un cliente lo reconoció por la foto que empapelaba todo el país, y el  responsable del local alertó a la policía. El joven había mostrado su rostro de forma desenfadada para flirtear con una camarera.
Además del arma homicida, en su mochila llevaba un cuaderno donde había escrito un manifiesto inspirado en Unabomber (el terrorista que mantuvo en vilo a los Estados Unidos durante varios años) y la filosofía política de Gramsci. Luigi Mangione es un hombre que posee una formación de alto nivel, graduado en ingeniería por la Universidad de Pennsylvania y abanderado de su promoción. Conducido al edificio de la Corte de Justicia, se dirigió a los periodistas gritando que su detención era “un insulto a la inteligencia del pueblo americano”.
A medida que se reconstruye su vida gracias a los hallazgos en su cuenta de Twitter, GoodReader y sus posteos en las redes sociales, se sabe que Mangione arrastraba desde hacía varios años serios problemas en su columna vertebral, que se agudizaron a partir de un accidente sufrido cuando practicaba surf en 2022. Debió someterse a una cirugía que le dejó serias secuelas, tras lo cual algo se alteró profundamente en su psiquismo. Rompió todo vínculo con su familia y sus amigos, y desapareció por completo. Al cabo de varios meses investigando su paradero, la madre emitió una solicitud de búsqueda. El Sr. Mangione fue elaborando durante más de un año sus ideas acerca de las aseguradoras médicas, a las que no solo responsabilizó de todos su males físicos, sino que en su cruzada anticapitalista las acusó de ser las causantes de la desgracia de millones de personas en todo el país, lo cual es absolutamente cierto. La emergencia de un acontecimiento traumático en el cuerpo desató la construcción de un relato bien estructurado. El odio y la convicción paranoica de ser un héroe destinado a ejercer una justicia reivindicativa, se mezclaron hasta culminar en la determinación fatal. Según la prensa, en los  casquillos de bala encontrados se leían tres palabras en aliteración: “deny, delay, defend” (“rechazar, demorar, defender”), que podrían corresponderse con la jerga empleada por las aseguradoras médicas en sus tácticas para escabullir responsabilidades y evitar el desembolso de dinero, aunque eso no fue confirmado por la policía. No sería extraño, si tenemos en cuenta el riguroso manejo del significante que caracteriza a la paranoia.
2) El impacto social.
Como suele ocurrir en muchos casos, algunos psicóticos poseen la capacidad de saltar a la celebridad por tocar un punto sensible del discurso social. Una buena parte de la opinión pública, martirizada por la crueldad de un sistema de salud completamente enfermo, tomó partido de inmediato por el joven Mangione, elevándolo a la categoría del héroe que él ha querido encarnar. El odio y la rabia de millones de americanos contra las compañías de seguros se volcó como una inundación en las redes sociales. Los directivos de estas compañías borraron rápidamente sus perfiles en las páginas web y contrataron protección privada. La justicia delirante de Luigi Mangione ha hallado su reflejo especular en una parte de la sociedad, enfurecida por el sistema, pero al mismo tiempo alienada de toda comprensión de las causas. El problema no es tanto el odio despertado, ni la solidaridad con la que apoyan a quien ha quitado la vida del verdadero criminal, CEO de una aseguradora y por lo tanto representante del mal. El verdadero problema es la desconexión radical entre el síntoma social y su causa. El delirio de la libertad, infiltrado en la Constitución, derivó en  un discurso que ha reducido las funciones del estado a su mínima expresión, y que cuenta con la complicidad de todos los americanos.
3) La astucia del capitalismo.
Ni cortas ni perezosas, miles de empresas de merchandising han invadido Internet, ofreciendo toda clase de productos en los que se glorifica la figura de Luigi Mangione. Tazas, platos, bolsas con la foto del joven y la frase “Lo siento, mamá, me he enamorado de un criminal”, amén de aquellos objetos que pueden diseñarse a pedido del comprador, como camisetas, pins, gorras, incluso tatuajes con el rostro del joven, se expanden como un río imparable de consumo, que en pocos días ha alcanzado cifras de venta astronómicas. Un río que, con toda probabilidad, lavará y arrastrará al olvido el caso, su significado, y todo atisbo de cuestionamiento al “America for ever”.


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