sábado, 5 de julio de 2025

Las presentaciones de enfermos en instituciones no pisquiátricas. Guida Diaz (Coordinadora)

 



Las presentaciones de enfermos en instituciones no psiquiátricas: (cárceles, hospitales de día, lugares de acogida, toxicomanías) usos, dificultades, utilidad.

Participantes: Ana Ibáñez - Mayela Villagrán- María José Olea - Alejandro De León - Guida Díaz

(Coordinadora)

1. Introducción

Investigar sobre el uso, las dificultades y la utilidad de realizar presentaciones de enfermos en instituciones no psiquiátricas nos permitió profundizar en los textos relacionados al tema y especialmente, acudir directamente a psicoanalistas que han tenido la experiencia en ese ámbito en México, Chile y Argentina.

Para las instituciones de México y Chile esta experiencia fue más novedosa ya que no estaban familiarizadas sobre cómo opera el psicoanálisis y un analista como éxtimo dentro del entramado institucional. Esto implicó para el equipo de analistas construir un camino con dos momentos clave.

En el primer momento se preparó el espacio para las conversaciones con el equipo de trabajo, incluyendo los directores y los equipos de profesionales que intervienen con los pacientes o con las personas privadas de libertad. Este tiempo brindó la oportunidad de crear espacios de formación orientados al equipo institucional y de participar en las reuniones de los equipos de trabajo. Gracias a este trabajo preliminar se pudo habilitar el segundo momento: las presentaciones de enfermos. Para otros las presentaciones de enfermos fue lo que abrió el espacio de formación para el equipo de profesionales de la institución.

 Esta experiencia nos lleva a preguntarnos: ¿Qué orienta el trabajo de psicoanalistas de orientación lacaniana en instituciones que se rigen por el discurso del amo, en donde la lógica que los dirige busca homogeneizar, es decir busca el “para todos igual”, y donde los sujetos internos están atravesados por el estigma judicial o psiquiátrico de “enfermos mentales”?

Alfredo Zenoní (2021) señala que para intervenir desde la orientación analítica en una institución, es crucial tener presente “qué es la institución en el psicoanálisis,” qué función tiene una institución, qué la rige y cómo se trabaja con la institución.

Marcela Errecondo (2012) subraya que el trabajo analítico requiere siempre mantener el vacío central como motor de la búsqueda e investigación, creer que en las políticas de una institución existe el inconsciente, también creer en el impacto de las palabras en el cuerpo, en la incidencia del significante en la vida del sujeto, en el síntoma, en el deseo y en el goce que anima. 

2. Nuestros entrevistados

Contamos con la transmisión de la experiencia de Viviana Berger miembro de la Nelcf Ciudad de México y de la AMP, quien coordina el Programa de Investigación de Psicoanálisis y Criminología. Este proyecto se articuló a la Secretaría del Sistema Penitenciario de la Ciudad de México, el cual tuvo lugar en los reclusorios locales femenil y varonil.

Viviana también ha realizado una apuesta importante por la construcción epistémica como compiladora de los libros “En acción lacaniana, contribuciones a la criminología” y “Enseñanzas de la prisión”. En donde encontramos elaboraciones analíticas sobre crímenes, psicosis, la crueldad, el miedo, el abuso, la libertad y la responsabilidad.

También tuvimos la experiencia de Rosa Lagos, miembro de la Nelcf Chile y AMP, quien nos compartió sobre su experiencia con las presentaciones de enfermos en una Unidad de cumplimiento de medidas del hospital psiquiátrico de Santiago de Chile.

Asimismo, contamos con la transmisión de Alberto Justo, miembro de la EOL, Sección La Plata y de la AMP. Docente del Seminario del Campo Freudiano, actualmente realiza la práctica de Testimonios Clínicos en el Hospital de Día SENSU y en la institución CITA, en esta última se atiende especialmente temas relacionados a la clínica de adicciones.

La orientación para nuestras entrevistas con los analistas se caracterizó por captar lo vivo de sus experiencias y preferencias a transmitir. A partir de estos encuentros se fueron decantando puntos de convergencia entre las experiencias relatadas, que fueron  dando  cuerpo  a  nuestro  trabajo  y  han  abierto  nuevas  perspectivas  e

 inquietudes para pensar la práctica psicoanalítica, especialmente las presentaciones de enfermos en instituciones no orientadas por el discurso analítico.

3. La Puerta: ¿Qué abre las puertas al psicoanálisis al interior de la institución no psiquiátrica?

Las entrevistas realizadas muestran que fue la contingencia singular en cada institución la que posibilitó la entrada del psicoanálisis en contextos no hospitalarios o no orientados previamente por el discurso analítico. Esta apertura permitió que, a medida que se instalaba la conversación, también se fuera construyendo una transferencia que habilitó otra lectura del malestar, desde una lógica distinta a la institucional.

En el caso de Rosa, la puerta de entrada fue el interés del equipo institucional por esclarecer dudas diagnósticas y despejar pronósticos relacionados con la salida de los internos de la Unidad de Cumplimiento de Medidas del Hospital Psiquiátrico de Santiago.

Inicialmente el dispositivo se introdujo como una actividad de carácter docente que permitió al equipo institucional acercarse a una forma diferente de leer el malestar de los pacientes. A esta propuesta se sumaron seminarios de formación para el equipo de trabajo, lo que fue generando progresivamente, no sin resistencias, la confianza hacia el trabajo que realizaban los analistas que dio lugar para legitimar las presentaciones de enfermos como una vía para pensar la clínica.

Por su parte, en la experiencia de Alberto en Argentina, la puerta de acceso al dispositivo de testimonios clínicos fue la transferencia que los residentes de psicología habían establecido con él como docente del Seminario de Psicopatología. Era frecuente que le solicitaran su presencia para entrevistar a pacientes, ya sea para repensar la dirección de la cura o frente a una duda diagnóstica. Alberto señala que este ejercicio tiene puntos de contacto con el dispositivo de control analítico, afirmando que:

“Este ejercicio tiene distintas vinculaciones con dispositivos que nosotros trabajamos. Es a partir de la transferencia que uno puede ir por el lado de la enseñanza: puede haber un efecto de enseñanza, puede haber un efecto sujeto y también puede haber un efecto control” (Justo, entrevista personal, 2025).

En México, según Viviana, fue la emergencia sintomática la que abrió la puerta: el aumento alarmante de intentos de suicidio en los reclusorios. La directora del centro relató a los analistas las maneras diversas y creativas en que las internas intentaban quitarse la vida y el fracaso por parte de los técnicos para poder atemperar el empuje de la pulsión de muerte con los recursos disponibles. Es esta situación la que abre a que consideren buscar la colaboración con los psicoanalistas.

 Simultáneamente, desde el lado de las reclusas emergía otra demanda: sentían que no eran escuchadas y pedían espacios para ser oídas. La respuesta institucional fue:

“Que vengan los psicoanalistas, que son los que saben escuchar, los expertos de la escucha” (Berger, entrevista personal, 2025).

Estos casos nos muestran que la contingencia en estas instituciones crea la necesidad de abrir la puerta a los psicoanalistas como un éxtimo. Es vía la falla o el impasse en el discurso institucional que los psicoanalistas pueden llevar una lectura que le abra a la institución la posibilidad de hacer otras preguntas por fuera del discurso institucional para que pudiera surgir una lectura diferente sobre lo que acontecía.

Es la contingencia, sostenida por la transferencia y la demanda de escucha, lo que abre el espacio para que el psicoanálisis pueda intervenir. Esto revela también que las decisiones institucionales no son meramente técnicas, sino que están atravesadas por la subjetividad de quienes las encarnan. Como planteaba Freud (1921) en Psicología de las masas, “lo político tiene que ver con la subjetividad de los seres hablantes”; Lacan lo reformula en La lógica del fantasma (1967) afirmando que “el inconsciente es la política” y por su parte Miller (2005) prolonga esta idea al señalar que también en política nos movemos por razones inconscientes, por identificaciones y fantasmas que nos habitan.

Así, la entrada del psicoanálisis en la institución no es un programa preestablecido, sino el resultado de una articulación singular entre síntomas institucionales, transferencias activas y la presencia de un analista dispuesto a sostener un trabajo desde lo éxtimo.

4. ¿Tú eres psicoanalista? ¡Buena suerte!

Instalar la posibilidad de llevar a cabo presentaciones de enfermos desde la orientación lacaniana implica, desde el inicio, un desafío. El psicoanálisis no es el discurso dominante en la mayoría de las instituciones, y no son menores los prejuicios que circulan en torno a su práctica. En este sentido, la sola mención del dispositivo suele generar resistencias, basadas en interpretaciones imprecisas o ideas preconcebidas. Esta situación no fue ajena en los contextos institucionales de los países en los que trabajaron nuestros entrevistados.

En Chile, Rosa señala que “el psicoanálisis tiene mala prensa”, por lo que era esperable que el clima institucional fuera inicialmente “celoso y cerrado” frente a su introducción. Esta disposición generó tensiones, especialmente del lado de los profesionales que asistieron a las presentaciones de pacientes —como se les solicitó que fueran denominadas—, lo cual dejó ver cierta resistencia al dispositivo desde el inicio.

 Esto nos lleva a preguntarnos si los significantes “presentación” y “enfermos” pueden, en sí mismos, suscitar resistencias en el discurso institucional. ¿Qué se pone en juego al proponer nuevas formas de nombrar este dispositivo clínico? ¿Es posible que el modo en que se lo nombra condicione su recepción o su viabilidad dentro de ciertas instituciones?

Viviana, por ejemplo, se refiere al dispositivo como “Entrevistas de Orientación Analítica”, lo que enfatiza el aspecto conversacional y clínico del encuentro. En Argentina, Alberto Justo señala que el término utilizado es “Testimonios Clínicos”, expresión que pone el acento en la dimensión subjetiva del decir del paciente.

En esta misma línea, Vicente Palomera, en su texto Introducción a las enseñanzas de presentación de enfermos, propone una reflexión crítica sobre el nombre tradicional del dispositivo. Si bien, reconoce que “presentación de enfermos” es el término históricamente instalado y políticamente correcto, lo considera un tanto obsoleto. Palomera sugiere que sería necesario acompañar la evolución del lenguaje, ya que lo que en realidad se lleva a cabo es una conversación. En este sentido, señala que en España actualmente se opta por denominarlo “presentación de casos”, subrayando el carácter clínico y menos estigmatizante de la práctica.

Rosa también da cuenta de cómo, a lo largo de la experiencia, fueron emergiendo elementos sintomáticos propios de la institución. Frente a lo nuevo que puede resultar el discurso analítico y la dinámica de las presentaciones de enfermos, señala que el personal no se mostraba especialmente participativo: “la primera vez era como hablar otro idioma”, comenta, refiriéndose a la resistencia que generaba el dispositivo. Se esperaba, en muchos casos, que la entrevista funcionara bajo la lógica de un interrogatorio psiquiátrico, y no era infrecuente que se cuestionara por qué no se había preguntado tal o cual cosa al paciente. Algunos profesionales incluso señalaban que el paciente “parecía otra persona” durante la entrevista, sugiriendo que el modo en que se manifestaba en ese espacio no coincidía con el comportamiento cotidiano observado por el equipo. La condición de que la actividad se realizara solo una vez también fue motivo de escepticismo para algunos, quienes la percibían como un recurso limitado o sesgado.

Frente a estas reacciones, la escucha analítica permite captar, acoger y aprender de aquello que desajusta el sentido común institucional. Como lo expresa Miller: “Lo más interesante de los casos es lo que contradice, o lo que no está incluido, en lo que ya sabemos” (Novds, LXI, 2021).

Para Alberto las cosas tampoco han sido fáciles, nos comenta que en Argentina a partir del 2010 hubo un embate muy fuerte contra las presentaciones de enfermos sobre todo del lado del área de la salud. Alberto nos comenta sobre el debate entre la psiquiatría clásica y la antipsiquiatría, nos dice: “que es la psiquiatría clásica la que Lacan nos da como referencia para poder abordar la fenomenología de la clínica de la psicosis y que sigue siendo actual, aun nos seguimos referenciando con los clásicos, y que la antipsiquiatría de alguna manera está influenciada por el psicoanálisis postfreudiano”. Alberto dice: “Entonces aquí en la Argentina, como era tan potente el dispositivo de la presentación, casi se la prohibió directamente en los ámbitos universitarios, que era un lugar donde se utilizaba. Así que se empezó a dejar de hacer ese tipo de ejercicios.

Para los analistas de la NELcf México, fue evidente desde un inicio el desconocimiento institucional respecto al objetivo del dispositivo de presentación de enfermos. Esto se debía, en gran parte, a que el lenguaje y la metodología dominante en esos contextos eran los de la psiquiatría clásica y el campo jurídico.

El ingreso a la institución implicó atravesar un complejo proceso burocrático: protocolos estrictos, múltiples instancias administrativas y la elaboración de documentación que culminaba en la firma de un convenio jurídico. Estas exigencias generaban, en ocasiones, contratiempos en las citas y horarios establecidos, lo que reducía el tiempo efectivo de encuentro con las reclusas. Los analistas tuvieron que sostener su trabajo en medio de estas inconsistencias institucionales.

Cabe señalar que no existía una transferencia previa al psicoanálisis dentro de estas instituciones. Si bien había antecedentes, como el de un psicoanalista local que impartía cursos ocasionales, el cuerpo técnico se formaba mayoritariamente en enfoques conductistas. La jefa del área de psicología mostraba una simpatía superficial por el psicoanálisis, pero sin una implicación real en su orientación.

Viviana recuerda una anécdota significativa del proceso de ingreso al Centro Penitenciario de Tepepan. Relata que fue recibida por un director de la Subsecretaría de Penitenciarías, quien la presentó al equipo de psicología. Uno de los integrantes, al escuchar que ella era psicoanalista, le dijo con tono irónico:

“¿Tú eres psicoanalista?... ¡Buena suerte!”. A lo que ella respondió con firmeza:

“Bueno... en un año conversamos”.

5. ¡Que vengan los psicoanalistas!, ellos saben escuchar

Las secciones de México y Chile fueron logrando construir su espacio en la institución bajo el semblante “sujetos supuestos a interesarse.” Como señala Viviana “se trataba de profesionales que no sólo mostraban interés por la psicosis, sino también por lo que constituye el real de la institución y de la clínica allí donde se presenta.” En lugar de intentar educar, adaptar, medicar o recetar frente a ese real —dice— “se trata más bien de hacerlo existir en la palabra, en el marco de estos encuentros”. Encuentros que no estuvieron exentos de dificultad, ya que muchos de los participantes debían suspender momentáneamente sus funciones administrativas —particularmente exigentes en el ámbito estatal—, confiando en que el tiempo destinado a compartir con los analistas pudiera tener algún efecto útil para su práctica.

Desde los efectos del significante sujeto supuesto a interesarse, puede pensarse que ese hacer analítico que se puso en acto en estas instituciones abrió una vía para otra forma de clínica, una que respeta la singularidad subjetiva. En palabras de Ana Aromí, “respetar al enfermo desde el psicoanálisis significa respetar la singularidad de su síntoma, y también respetar su derecho a que se investigue su padecimiento, para ofrecer algún beneficio u orientación terapéutica, tanto para él como para los médicos que lo tratan” (Aromí, 2021). Esta afirmación resuena con la enseñanza de Lacan, quien otorgó siempre un lugar central a la palabra del sujeto.

Aunque del psicoanálisis poco se sabía, la apertura a que participaran en las reuniones con el equipo permitió un cierto vaciamiento de creencias -que se sabe lo que le pasa al paciente o al que está siendo entrevistado.

Alberto nos relata la experiencia de una presentación de enfermos con una paciente de veintidós años que se quiere hacer un cambio de género y que asiste al hospital de día desde los 16 años y nos dice: “ella relata el momento en donde algo cambia en su vida. La coyuntura que relata es que desde los seis años le gustaba ver películas pornográficas en el celular con una amiguita. Un día, cuando tenía doce años, da el paso de invitar al noviecito de ese momento. A partir de esa iniciativa, el novio le propone tener relaciones como eran en la película. Allí empiezan a aparecer los fenómenos, aparecen las alucinaciones escuchando voces… se desencadena”. Alberto nos muestra cómo en la conversación de la presentación, existe la posibilidad para esta mujer de “reconstruir la coyuntura en donde se confronta con un goce intrusivo, en donde en este caso aparece ligado a hacer lo mismo que se hizo en la película.” En esa conversación el analista toma el interés de cuando era niña por ese tipo de películas queriendo saber qué era lo que le interesaba. El espacio para desplegar su relato y la escucha del analista, le permiten a ella poder hablar y subjetivar que lo que le gustaba de esas películas era la cara de felicidad de los protagonistas.

El efecto para el público que la presenció permitió escuchar y tomar lo singular para esta sujeto, así como dar un giro al tratamiento, ya no ligado a la cuestión sexual sino captar esto nuevo que aparece más ligado a poder localizar algo de la felicidad dentro de una presentación que tenía una vertiente más del lado de la melancolía.” Les permitió salir del circuito del sentido para dar lugar a lo singular de cada sujeto y así relanzar el tratamiento.

6. Los pantalones verdes, rojos y amarillos

Algo comenzó a pasar en la cárcel. Surgía una pregunta entre las internas y el personal:

¿quiénes son esos que vienen del exterior, vestidos con pantalones verdes, rojos y amarillos?

 Eran los psicoanalistas del equipo de la NELcf México, cuya presencia, semejante a luces de semáforo, recorrían los pasillos grises, las rejas y los candados. Eran cuerpos en movimiento que portaban algo más que vestimenta llamativa: traían consigo el deseo de escuchar, de hacer lugar a la palabra del sujeto. Como explica Viviana, se trataba de “hacer un espacio donde ese sujeto es invitado a hablar y será escuchado atentamente, no sólo por el entrevistador, sino por todo un grupo de personas que vienen de afuera”.

La solicitud de las autoridades penitenciarias para que el equipo psicoanalítico adoptara un código específico de colores en su vestimenta —como parte del cumplimiento de las normativas institucionales— produjo un efecto inesperado: acentuó aún más la diferencia entre el adentro y el afuera. Esa decisión reglamentaria, que pretendía regular la circulación del “otro” en el interior de la cárcel, terminó haciendo aún más visible la alteridad.

Viviana recuerda que, con el paso del tiempo, la sola presencia del equipo se volvió llamativa. Los pantalones verdes, rojos y amarillos, el entusiasmo, la energía vital, los cuerpos radiantes, contrastaban abruptamente con la tonalidad dominante del encierro: gris, opaca, burocrática. También con los significantes que pesan sobre las internas: enfermedad, crimen y locura.

Este contraste no fue sólo estético; tuvo un efecto clínico y subjetivo. Introdujo un corte en la monotonía institucional, un horadamiento del muro de lo ya sabido. Porque cuando quienes vienen de afuera no sólo miran, sino que se interesan en escuchar, se produce una operación de redignificación del sujeto con la que se apuesta a que surja una rectificación subjetiva en los internos. En el caso de estas mujeres — atravesadas por una triple condena: por ser mujeres, por haber sido etiquetadas como locas, y por haber cometido crímenes—, la presencia del analista, dispuesto a alojar su palabra, habilitó un espacio donde la dignidad pudo, al menos por un instante, reaparecer.

El cuerpo presente, vivo, deseante —envuelto en colores que evocan la vida, la advertencia, la posibilidad— introdujo una exterioridad que hizo grieta en los muros simbólicos del encierro. Horadó la objetalización, la rutina, el automatón institucional que, aunque necesario, aplana la subjetividad y anula la división psíquica. Allí donde todo parece cerrado, una presencia distinta, sostenida por el acto analítico, puede abrir un resquicio.

7. “Entre Muros”

Lacan decía: “Siempre les hablé a los muros”. Lejos de ser una expresión de desesperanza, esta frase apunta a una verdad estructural: incluso cuando la palabra parece no encontrar destinatario, puede repercutir. En ese eco, en esa resonancia que devuelve el muro, se suspende momentáneamente la soledad absoluta. En Tepepan, sin embargo, no se trata de hablar a los muros, sino de escuchar lo que emerge desde ellos: voces que provienen de entre las paredes, desde adentro del encierro. No se trata de interpelar desde el exterior, sino de alojar lo que se dice desde el interior.

El paciente institucionalizado, al igual que la persona privada de libertad, está literalmente entre muros. Se trata de casos en los que el desborde del goce convoca al encierro como respuesta. Como afirma Viviana, “los muros como forma de contención son la primera estrategia que la sociedad implementa ante lo que desborda el orden simbólico.”

Decir que quienes están privados de libertad se encuentran entre muros implica reconocer que han sido ubicados en una posición de objeto, en tanto han perdido — o se les ha sustraído— la posibilidad de inscribirse en el plano de la palabra, de los vínculos, de la familia, del trabajo. Ha habido allí una ruptura estructural.

Por ello, se vuelve esencial promover el advenimiento de la dimensión de la palabra y del lenguaje en esos espacios donde la violencia ha hecho agujero. Sostener esa posibilidad es, al menos, una forma de mantener al sujeto en los bordes del agujero, cerca del lugar donde algo de su singularidad puede alojarse.

La apuesta del psicoanálisis en contextos carcelarios apunta en palabras de Viviana “A horadar un lugar para el surgimiento del sujeto”. Esta apuesta por la palabra, sostenida en el dispositivo de entrevistas clínicas, introduce una lógica distinta frente a lo real de la violencia. Su valor reside en abrir una vía para la enunciación más allá del crimen, permitiendo que las reclusas sean escuchadas no desde el acto que las condujo al encierro, sino desde la singularidad de su decir.

Viviana señala también que un reclusorio es, por definición, un dispositivo sobre- determinado por la mirada: vigilancia, control, sospecha. En este contexto, el psicoanálisis puede ser profundamente útil. No porque controle o vigile, sino porque horada esa mirada. Sustrae algo del ojo que juzga para hacer lugar a la intimidad del padecimiento, allí donde puede alojarse algo del sujeto.

La presencia del analista cava un agujero para que habite un sujeto en estos espacios. Habilita la aparición del sujeto en su singularidad, en su palabra, en su dignidad. De ahí la fórmula que orientó el proyecto de la NELcf México “Producir un viraje del crimen del sujeto al sujeto del crimen .”(Estrada-Planҁon 2020)

8. La fórmula del secreto

Mauricio Tarrab señala que le parece que la clave de la cuestión en una presentación de enfermos es la fórmula del secreto que Lacan ilustra en el Seminario 10 con el caso de la paciente que después de años de internación, cuando ningún tratamiento había funcionado, al darle papel y lápiz, empieza a dibujar un árbol con ojos en el tronco y dice: Io sono sempre vista ( Yo soy siempre vista). Esa es la fórmula de su secreto. Es decir, que a partir de la vía significante, se pudo localizar algo de aquello que, durante esos años no había dicho, ni escrito, ni formulado de ninguna manera. La paciente aloja el problema de la mirada durante una presentación de enfermos.

Si hay algo que se transmite en el dispositivo de la presentación de enfermos, es que si hay transmisión, esta es en acto. Y este acto nos deja una enseñanza: en cada acto algo se pierde, pero algo se puede alojar apuntando a sacar al sujeto de su indeterminación.

Lacan establece que el secreto no es sólo lo que se oculta, sino lo que no se puede saber en su totalidad. En el Seminario 10 menciona la fórmula del secreto como: El sujeto es lo que no se sabe de sí mismo. En este sentido, la presentación de enfermos transmite la búsqueda de esa fórmula, la del secreto y no la fotografía del cuadro sintomático como Charcot la explicaba. Apunta a captar, en acto, lo que del sujeto no se sabe y, sin embargo, puede que se esboce en ese encuentro, puede que de eso, algo pueda decirse.

El lugar que la presentación de enfermos tiene en la institución se debe al saldo que se produce al escuchar lo más singular en cada sujeto entrevistado sobre lo que lo condujo a su internación. Luego la conversación posterior que permite poner al trabajo lo captado por la audiencia y el analista, desde donde puede surgir un punto de vista novedoso y que trae otra luz a la cura pero también por los efectos de formación que se producen en la audiencia y el entrevistador.

Y, quizás, esa luz —que no viene del saber— sea justamente la que proviene de la búsqueda del secreto: eso que el sujeto no sabe de sí, pero que, en acto, puede empezar a decir. Incluso para nosotros haciendo esta investigación, nos ha inaugurado algo nuevo escuchando lo transmitido por los entrevistados. Fueron resonancias que desde lo singular propio dejaron una enseñanza, un pequeño hallazgo de lo escuchado y de lo leído en los textos.

9. Todo está por inventarse

Las presentaciones de enfermos, tal como fueron concebidas por Lacan, evidencian que el acto analítico en las instituciones es siempre una invención singular. Nada está predeterminado. Todo está por inventarse. En este dispositivo, el analista se ofrece como presencia encarnada del discurso analítico, y es esa presencia —sostenida por la ética del deseo— la que permite que algo nuevo surja: un sujeto del inconsciente, más allá del saber médico, jurídico o pedagógico. Así, la lógica analítica irrumpe en el seno mismo de las instituciones, haciendo un corte en el automatón y permitiendo el encuentro con la tyche, con lo imprevisible y lo real del padecimiento subjetivo (Lacan, 1972).

 Este trabajo no busca desplazar a los otros discursos, sino abrir un campo de trabajo interdisciplinario. Como lo sostiene Doménico Cosenza (2020), “el psicoanálisis trabaja con lo que la medicina o los otros campos no pueden”, y por eso su función en la institución debe ser delicada pero contundente, sabiendo que cada discurso tiene su rol y su saber específico. Sin embargo, cuando el discurso analítico se hace lugar, permite que los equipos se interroguen, que los sujetos sean escuchados desde su singularidad y que se produzca una transformación del lugar que se les asigna.

En el trabajo de presentaciones de enfermos todo está por inventarse, pues se arma cada vez, uno por uno, con lo que hay en cada sujeto. Es esa posibilidad que aparece porque hay la presencia del analista. Es la escucha del analista la que le permite ordenar por medio de la conversación algo de la lógica que llevó al sujeto hasta el internamiento en la institución.

Los testimonios recogidos en las entrevistas a Viviana, Rosa y Alberto muestran que la presentación de enfermos no sólo afecta al paciente, sino también a los equipos institucionales y al analista que conduce. El efecto de la palabra —cuando se produce un acto de enunciación y no sólo de descripción— conmueve las certezas clínicas y genera nuevas perspectivas. Como lo indica Viviana, se trata de evitar que el sujeto “caiga en el lugar de desecho” y, en cambio, alojarlo como sujeto de una enunciación propia. Es precisamente esta ética de las consecuencias la que orienta la práctica del analista en instituciones.

La intervención del analista, además, introduce un desplazamiento en el lugar de enunciación de los profesionales que asisten a estas presentaciones, rompiendo la repetición institucional. Para Rosa, “la presentación es un ‘insumo’ para la investigación y para la formación del analista, y alimenta los otros discursos” (Lagos 2025). En este sentido, no sólo se trata de una herramienta clínica, sino también epistémica y ética. “Las presentaciones de enfermos son una extensión del psicoanálisis. Rosa agrega que “abrir este costado clínico del psicoanálisis despierta interés. Es un buen uso para el psicoanálisis en extensión” (Lagos 2025).

Este trabajo clínico adquiere distintas formas según el contexto. En el ámbito hospitalario, la presentación puede generar efectos sostenidos por la estructura institucional. En el universitario, adquiere un valor didáctico en la formación de futuros profesionales. Pero en instituciones no hospitalarias ni universitarias —como hogares, centros de rehabilitación o espacios comunitarios— la presencia del analista obliga a reinventar el dispositivo cada vez. Es allí donde el concepto de testimonio clínico adquiere fuerza como herramienta para horadar la lógica repetitiva institucional desde adentro, abriendo una posibilidad de intervención subjetiva real.

Antonio Di Ciaccia (en Cosenza, 2020) plantea que el analista puede aportar, desde su saber específico, un entendimiento nuevo sobre “cómo se relacionan los hombres entre sí” y qué lugar ocupa el lenguaje en esos lazos. Esta perspectiva no impone un modelo, sino que introduce una lectura distinta, menos saturada por el saber del Otro, y más abierta al sujeto del deseo.

Tal como afirma Lacan en su conferencia de Milán: “El discurso del psicoanálisis puede hacer menos tonto al discurso del amo” (Lacan, 1972). Esta frase resuena con fuerza cuando se piensa el valor de estas intervenciones: no como una forma de enseñar al otro, sino como un acto que permite leer lo que estaba naturalizado, interrogar lo instituido y abrir un espacio ético para alojar al sujeto allí donde parecía no haber más que diagnóstico, norma o desecho.

En definitiva, la presentación de enfermos como dispositivo clínico, ético y formativo permite que el discurso analítico se extienda y produzca efectos no sólo en el paciente, sino también en los equipos, en las instituciones y en quienes se forman como analistas. Allí donde algo parecía fijo, inmóvil o estancado, la presencia del analista introduce una pregunta, una escucha, un corte: un lugar desde el cual, efectivamente, todo está por inventarse.



Referencias bibliográficas:


Aromí, A. (2021, abril 8). Las presentaciones de enfermos, una práctica lacaniana [Conferencia]. Ciclo de conferencias: ¿Cómo orientarse en la clínica?, Sección Clínica de Barcelona. Publicado en Nodvs, (LXI). Recuperado de https://www.scb- icf.net/nodvs/

Berger, V. (Comp.). (2020). Contribuciones a la criminología: En acción lacaniana. Grama Ediciones.

Berger, V. (Comp.). (2021). Enseñanzas de la prisión. Akasha Ediciones.

Berger, V. (2025). Entrevista personal [comunicación no publicada].

Cosenza, D. (2020). El lugar del analista en las instituciones. Conversaciones con Antonio Di Ciaccia. Revista Glifos, (10). Asociación Mundial de Psicoanálisis. Recuperado de https://beatrizgarcia.org/psicoanalisis-y-derecho-la-relacion-con-la- ley/

Errecondo, M. (2012). El psicoanálisis y las instituciones. Algunas coordenadas para la práctica en lo colectivo. Publicado en el Boletín Virtual N.º 4 del Instituto Oscar Masotta. Recuperado de https://www.eol.org.ar

Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Estrada-Plançon, C. (2020). En el encierro, una clínica más allá de los muros. En V. Berger (Comp.), Contribuciones a la criminología: En acción lacaniana. Grama Ediciones.

Justo, A. (2025). Entrevista personal [comunicación no publicada].

Lacan, J. (1967). La lógica del fantasma. Inédito. Curso dictado en el marco del Seminario XIV.

Lacan, J. (1972). Conferencia en Milán. Citado en Cosenza, D. (2020), El lugar del analista en las instituciones, Revista Glifos, (10).

 

Lagos, R. (2025). Entrevista personal [comunicación no publicada].

Miller, J.-A. (2005). El inconsciente y la política. Publicado en La Cause Freudienne, N.º 61.

Tarrab, M. (2018). Lo público y lo privado. La ciudad analítica, (1), 76. Buenos Aires.

Zenoni, A. (2021). La otra práctica clínica, psicoanálisis e institución terapéutica.

Grama.


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